Teatro político sin final feliz (#Cuba, #EEUU,#España,#México,#Miami)

DALIA GONZÁLEZ DELGADO

Pasó el susto. Solo los ingenuos creyeron en el relato de terror según el cual Estados Unidos «caería» estrepitosamente por un «precipicio» si no lograban un pacto fiscal antes del 1ro. de enero.

Mientras la mayoría de los medios de comunicación vaticinaban una catástrofe, los analistas más atinados estaban seguros de que los adultos de Washington llegarían a un acuerdo. «Estados Unidos no está a punto de entrar en bancarrota, aún es el país más rico del mundo y obviamente tiene los recursos para pagar las operaciones de su gobierno», escribió el columnista David Brooks.

La solución al drama del «abismo fiscal» incluyó la primera subida de impuestos a los ricos en 20 años, aunque eso no resuelve los problemas estructurales de la economía estadounidense.

A partir de ahora, se tasarán al 20 %, en lugar del 15 % actual, los rendimientos de aquellas personas que ganan más de 400 mil dólares al año y de las familias cuyos ingresos superan los 450 mil.

El acuerdo fue considerado una «victoria» para Obama. Los republicanos quedaron como los «malos de la película», sobre todo porque fue George W. Bush en el 2003 quien llevó las tasas impositivas hasta los límites ultra bajos de hoy. Sin embargo, la historia demuestra que la responsabilidad es compartida.

Fueron administraciones demócratas —Kennedy y Johnson— quienes bajaron el índice tributario al 70 %, por debajo del 91 % vigente desde el final de la II Guerra Mundial para quienes ingresaran más de 400 mil dólares anuales, hasta que Reagan bajó el índice al 50 %. Ya en 1986 era de 28 %. A partir de entonces, un profesor de una escuela, un obrero y un millonario podían pagar todos los mismos impuestos.

Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, explica que la razón por la cual los ricos pagan tan poco es que la mayor parte de sus ingresos adoptan la forma de plusvalías, que están gravadas con un tipo máximo del 15 %, muy por debajo de lo que se aplica a los salarios.

Los defensores de ese tratamiento especial a las plusvalías argumentan que es necesario para fomentar el crecimiento económico y la creación de empleo. Pero eso es —según el propio Krugman— completamente falso. Durante el primer mandato de William Clinton, cuando los muy ricos pagaban impuestos más altos que ahora, la economía creó 11,5 millones de puestos de trabajo.

Inmediatamente después que se aprobara el acuerdo fiscal, los mismos medios de comunicación que hablaban de la inminente caída en el precipicio se vieron obligados a cambiar de discurso. Ahora aseguran que el verdadero problema es el techo de la deuda, y que el pacto logrado es solo el inicio de una serie de batallas por venir en torno a los recortes gubernamentales. Las tijeras parecen apuntar hacia tres programas: la Seguridad Social, el Medicare y el Medicaid. Mientras, el presupuesto militar es intocable.

Quienes siguieron atentamente los ataques retóricos que tuvieron lugar a fines de año entre demócratas y republicanos, notaron que aquello fue solo teatro político. Detrás del telón siempre se logra consenso entre las elites, tan alejadas de la crisis real de los ciudadanos. Esa cúpula ha decidido que el déficit es el tema central del momento; así mantienen entretenidos a los medios, y evitan hablar de problemas más acuciantes como el desempleo, que prácticamente ha desaparecido del discurso.

Publicado el 07/01/2013 en Política. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

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