Entre restricciones y dudas, ¿vuelve Cuba a la Serie del Caribe?
Aliet Arzola Lima
Han pasado más de dos meses desde que Juan Francisco Puello, presidente de la Confederación de Béisbol Profesional del Caribe (CBPC), anunciara en La Habana el regreso de Cuba a la Serie del Caribe, noticia muy bien recibida en la Isla dada la oportunidad de reinsertarse en un circuito exigente, en el que nuestro país atesora una exquisita historia.
Para tener una idea, selecciones cubanas dominaron en siete ediciones (1949, 1952, 1956, 1957, 1958, 1959 y 1960), al mismo tiempo que algunas figuras del patio todavía preservan sus récords, como Lorenzo «Chiquitín» Cabrera, quien promedió 619 (13 jits en 21 turnos) en 1951, y el lanzador Camilo Pascual, victorioso en seis encuentros con cinco juegos completos en apenas un torneo.
Este precedente, el prestigio del béisbol cubano y la necesidad de la CBPC de elevar la decaída calidad del certamen motivaron a los directivos del área a formalizar el retorno de los nuestros, empeño que según Puello persigue desde el inicio de su gestión en 1999.
Pero la organización caribeña del deporte de las bolas y los strikes se topó con un muro casi infranqueable a principios de agosto: la Major League Baseball (MLB) y, por ende, el gobierno de Estados Unidos, cuyas restricciones al Estado cubano aparecen por doquier.
En un comunicado que sacó a la luz la agencia norteña The Associated Press, la MLB informó que «está restringida de llegar a acuerdo alguno que integre a Cuba como liga miembro sin la autorización del gobierno de los Estados Unidos», clara advertencia previo a la firma del tradicional Winter League Agreement (Acuerdo Invernal), el cual permite a los jugadores con contratos en Grandes Ligas desempeñarse en los torneos profesionales de Venezuela, México, República Dominicana y Puerto Rico.
Para mayor constancia, Joel Araujo, desarrollador de talento internacional de la MLB, expresó: «En relación con la posible adición de la liga cubana a la Confederación del Caribe, bajo las leyes de Estados Unidos, tenemos prohibido entrar en cualquier acuerdo que garantice la incorporación de un miembro cubano sin la autorización del gobierno norteamericano».
Con esto se refiere a que el Congreso de Estados Unidos, bajo la Ley Helms-Burton, prohíbe a cualquier empresa de ese país mantener vínculos comerciales con la Isla, justo lo que estaría haciendo implícitamente la MLB al incluir a Cuba en el Acuerdo Invernal con la CPBC.
Hablando en plata, las Grandes Ligas no tienen la posibilidad de firmar el convenio con el nombre de Cuba en el papel, pues estaría violando el bloqueo impuesto por Estados Unidos, que constituye una ley, mientras la CBPC no puede darse el lujo de romper relaciones con la MLB en beneficio de nuestro país, aunque según las últimas declaraciones de Puello la participación antillana no depende del Acuerdo Invernal ni ha influido en el retraso del mismo, varado por discrepancias respecto a la cantidad de peloteros que las franquicias de las Mayores podrán retener en caso de que sobrepasen los parámetros de «fatiga extrema», término relacionado con innings jugados y apariciones en el cajón de bateo.
De cualquier forma, y a pesar de la disposición mostrada por algunos miembros de la institución caribeña, el panorama obliga a la CBPC a esperar por el veredicto de la administración estadounidense y acatar cualquier decisión propuesta, ya que sin el Acuerdo Invernal el béisbol del área experimentaría un retroceso considerable. Por ejemplo, solo el año pasado la Liga Dominicana contó con un 87 % de jugadores pertenecientes a organizaciones de Grandes Ligas, una cifra muy elevada que, en caso de ser anulada, pondría contra las cuerdas a los dirigentes de equipos y al espectáculo en general, pues bajarían los niveles de audiencia y asistencia a los estadios.
Analizado el caso, no quedan dudas de que Estados Unidos veta la participación cubana en un evento profesional como la Serie del Caribe, lo que constituye una prueba de la extensión a todas las esferas de las restricciones impuestas por el bloqueo, el mismo que impide a nuestros peloteros jugar en Grandes Ligas manteniendo el vínculo y el compromiso con su nación de origen.
Así lo determina la Oficina de Control de Fondos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro, que obliga a los atletas antillanos a renunciar a mantener cualquier tipo de relación con Cuba, medida exclusiva para nuestros beisbolistas.
Uno de los ejemplos más ilustrativos en este sentido se produjo hace casi dos décadas, cuando la organización del Toronto Blue Jays realizó todos los trámites a fin de contratar al estelar Omar Linares solo para jugar los partidos de local del conjunto, cuya sede, el estadio Rogers Centre, antes llamado Skydome, se encuentra en Canadá, fuera del territorio estadounidense.
Con todas las cartas sobre la mesa y el total acuerdo entre ambas partes, el elenco de las Mayores tuvo que dar un paso atrás, pues como miembro asociado de la MLB, una corporación de Estados Unidos, no tenía ni tiene permitido abonar dinero alguno a un jugador que mantiene vínculos directos con Cuba.
Entonces, ¿en el tejado de quién está la bola? Definitivamente, podemos decir que en Cuba existe la disposición y la voluntad de que los peloteros puedan probarse al más alto nivel, pero la reticencia y la necedad nos cierran las puertas de momento, solo que tenemos la satisfacción de no ceder en el empeño de buscar alternativas para salir adelante.
Publicado el 28/08/2013 en Deportes, Política. Añade a favoritos el enlace permanente. 1 comentario.
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