Por Angélica Paredes/Trabajadores
Cuando el pasado 9 de agosto Cuba y el mundo conocieron la Declaración emitida por el Ministerio de Relaciones Exteriores cubano acerca de la presunta ocurrencia de incidentes que causaron supuestas afecciones auditivas a funcionarios de la embajada estadounidense en La Habana y sus familiares, no pocas personas formularon la misma interrogante: ¿dónde están las evidencias?
Y hasta hoy, quienes conocen bien la esencia ética y apegada a los principios del Derecho Internacional que distingue a Cuba, continúan preguntándose: ¿por qué no ha sido posible establecer ninguna hipótesis investigativa acerca del origen de estos hechos que por su naturaleza son eminentemente sensoriales? La respuesta para muchos es clara como el agua.