Prohibido olvidar

Por Félix Edmundo Díaz/La mala palabra

La frase no es mía, aunque estoy dispuesto a suscribirla como propia más por convicción que por la mera apropiación de una buena ‘línea’ ajena, creo haberla escuchado o leído un sinnúmero de veces en los mítines y marchas de las Madres y las Abuelas de la Plaza de Mayo, en las de los familiares de los 43 de Ayotzinapa, o en cualquier otra congregación que reclama por la memoria como medicina eficaz para seguir siendo o lo que es igual existiendo.

El llamado a no olvidar no es una consigna, sino una necesidad urgente en momentos en que nuestro país atraviesa por una de las situaciones, en el orden económico, más críticas de su historia, cuando asolado por uno de los huracanes más grandes de los que se tiene registro, se enfrenta a puro corazón al proceso de recuperación de su infraestructura económica y social para restañar los cuantiosos daños que el meteoro provocó y, al propio tiempo, hacer frente a ‘la nueva vuelta de rosca’, léase del recrudecimiento de la agresión de un imperio que hoy reacciona en consonancia con los dimes y diretes de su venático presidente.

Ningún presidente norteamericano ha sido amigo de la Cuba Revolucionaria, excepcionalmente pudiera mencionar a Jimmy Carter como lo más cercano a respetuoso; los cambios asumidos por la administración de Barack Hussein Obama II no provenían de un amigo, sino de un enemigo muy inteligente que, tras 50 años de agresiones y bloqueo económico, comercial y financiero, se percató que no lograrían nada por esa vía y propuso lo de las relaciones ‘civilizadas’, ‘diplomáticas’, etc. que no movieron ni un milímetro las regulaciones del cerco, pero sí las ‘emociones’  de algunos que pensaron que ‘se abrirían las puertas del cielo’.

Dentro de dos meses y poco más se cumplirán tres  años del anuncio de la ‘normalización’ de las relaciones entre EEUU y Cuba y como dicen en mi barrio ‘el cuartico está igualito’ en lo que a este asunto se refiere.

Otra cosa es Cuba, nosotros hemos seguido sorteando el temporal con un Capitán que, llevando por brújula las enseñanzas del Capitán anterior y el honor de todo un pueblo, nos ha guiado hasta el presente, con la convicción de que debemos y podemos seguir avanzando en la construcción de una sociedad de todos y por el bien de todos, una sociedad socialista.

Quizá alguien pensó que el socialismo podía construirse de la misma manera en que se fabrica un automóvil, una batidora o un ventilador, preparando los moldes y ensamblando las piezas; quizás otros pensaron que podría edificarse con entusiasmo y palabras bonitas… de ninguna de las dos maneras se logra construir una sociedad socialista, porque esta empresa requiere de mucho sacrificio y desprendimiento, de honestidad y amor, y de valentía.

Quien dude del significado de estas palabras o piense que es retórica fútil solo tiene que releer las páginas de nuestra historia, nuestra ‘República en Armas’ no fue perfecta, sus hombres destituyeron a Céspedes en el campamento de Bijagual, mas la ignominia de la decisión mezquina no amilanó el valor del Padre de la Patria, quien cayó en combate cargando solo un revolver contra hombres de una columna española.

Su ejemplo fue seguido por miles, así como el de Maceo y Martí, después la historia sumó los legados de Mella, Guiteras, Pablo, Aracelio, José Antonio, Abel, Frank, Camilo y Che, todos derramaron su sangre y dieron sus vidas por la vida que hoy vivimos.

Y es cierto que nuestra vida no es perfecta, tenemos carencias, pero no estamos obligados a salar un mulo para comérnoslo dentro de una semana, a caminar descalzos o mal calzados durante la noche para descansar miserablemente por el día, racionando el agua, la galleta o cualquier migaja para alimentar un estómago reducido y de úlceras similares a las que exhiben los pies, no estamos obligados a dormir con la zozobra de despertar en medio de la noche con la noticia de un hijo baleado o detenido, torturado y desaparecido solo por tener un nombre o apellido ‘subversivo’, el pelo largo o un andar desenfadado… y ello solo es gracias a esos miles que revolvieron montes y llanuras, que vivieron la zozobra del ulular de sirenas, de las detonaciones y silbidos de disparos impactando en sus anatomías o ‘pasándoles’ de cerca, que experimentaron las cotas de sus umbrales de dolor ante el golpe, las cortadas, las quemaduras y el ajetreo  de alicates hasta que el dolor apaga la luz.

El socialismo no es un fracaso, pues solo él ha permitido que nos hallamos fortalecido como nación, que lográsemos situarnos en muchos renglones al nivel de los más desarrollados del planeta, si somos un fracaso, por qué nos roban a nuestros médicos, científicos, profesionales y atletas.

Es cierto que hemos cometido errores y no estamos exentos de cometer otros, pero somos un país de pobres recursos minerales, al que se le ha dificultado como a nadie acceder a las nuevas tecnologías, a los mercados y al financiamiento, pero ello ni el afán por salir de nuestros problemas nos ha llevado a repartir por el mundo cohetes cruceros y bombas teleguiadas.

Nuestro pueblo es genéticamente luchador y lo ha demostrado una vez más tras el paso de Irma, y lo demostraremos en noviembre cuando, al cumplirse un año del profundo dolor que aún nos lacera, salgamos a depositar nuestra confianza en el maestro, el médico, el obrero, el hombre o mujer de pueblo que ha estado con nosotros en las buenas y las malas, en ese o esa junto al cual seguiremos en combate, porque siempre ha sido honesto, franco y directo, aún en su limitación por resolver nuestros problemas.

Solo nos debiera estar prohibido olvidar, porque nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

Publicado el 28/09/2017 en Cuba y etiquetado en , , , , , , , , , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.

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