Las voces del Hard Power o «poder duro» son más desinhibidas a la hora de recomendar el rol de Estados Unidos en la esfera mundial, que sus colegas del llamado Smart Power o «poder inteligente».
Irving Kristol, teórico del conservadurismo más beligerante y discípulo destacado de Leo Strauss, daba por sentado un «Imperio Americano» y no se escondía para proclamarlo.
«Uno de estos días el pueblo americano se va a dar cuenta de que nos hemos convertido en una nación imperial»1.
Según Kristol, la diferencia del imperio estadounidense con los imperios europeos estaba en que «nuestros misioneros están en Hollywood».
Leo Strauss llegó a Estados Unidos huyendo de los nazis. Discípulo de Heidegger, admirador y estudioso de Platón, Maimónides, Nietzsche y Carl Schmitt, enseñaba a sus alumnos que dentro de la sociedad «algunos son aptos para dirigir y otros para ser dirigidos»2.
Consideraba que la agresividad de la naturaleza humana puede ser restringida por un estado poderoso y recomendaba: «Si no existe una amenaza externa hay que fabricarla, un orden político solo puede ser estable si es unido por una amenaza externa»3.
Las redes straussianas se expandieron desde su cátedra en la Universidad de Chicago. De ellas surgió una persona que ejerció gran influencia sobre el ejecutivo de Ronald Reagan: Allan Bloom, fundador en 1984 del centro de estudios de la John M. Olin Foundation.
La primera generación de straussianos, con Allan Bloom al frente, rearmó el pensamiento conservador, dotándolo de argumentos que van más allá de la adhesión a los valores tradicionales y la defensa del libre mercado.
The closing of American Mind (1987), escrito por Bloom y convertido en best seller, ofrecía, a través de un análisis de la cultura universitaria americana, un diagnóstico de Estados Unidos y un método para darle solución a los «graves problemas planteados».
Después del 11 de septiembre de 2001, los neoconservadores (neocons)practicaron la política de aterrorizar a la población estadounidense, a partir de la manipulación mediática de los mensajes y de una visión paranoica de la realidad.
Sin embargo, los guerreros neocons quedaron muy mal vistos durante el gobierno de George W. Bush. La imagen de EE. UU. quedó seriamente afectada. El «poder real» decidió sacarlos de escena. Se necesitaba un cambio.
Del Hard Power al Smart Power: ¿Dónde está la diferencia?
El gobierno de Barack Obama, como bien señalan destacadas personalidades estadounidenses, como James Petras y Noam Chomsky, utilizó más que nadie herramientas extraterritoriales para ejercer el poder y supo usar con absoluto rigor el miedo.
Las contradicciones entre los neocons y su gobierno fueron solo externas, de imagen pública, nada más. Se trataba simplemente de cambiar la imagen de ee. uu. y lograr un nuevo consenso.
El poder inteligente, nacido también de las redes straussianas –no olvidar que la génesis de esas redes está en el mundo académico y político de Chicago–, logra con la «ingeniería del consenso» limitar aún más el pensamiento norteamericano a un estrecho margen de ideas.
Qué diferencia existe entre George Bush preparando el ataque a Irak y ejecutándolo como «emperador» de los ricos y poderosos supermultimillonarios White Anglo-Saxon Protestant (wasp), y Barack Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos, creando el escenario necesario para invadir Siria, o con los desplantes tragicómicos de Donald Trump, que finalizan en amenazas, bloqueos, sanciones económicas, bombardeos y ataques indiscriminados con misiles.
El expresidente de Estados Unidos, George W. Bush, declaraba que actuaría militarmente en caso de que Irak se negara a eliminar sus armas de destrucción masiva y consideraría al régimen de Bagdad «una amenaza para Estados Unidos».
El 20 de marzo de 2003, Estados Unidos y el Reino Unido iniciaron la invasión de Irak por tierra, tras intentar los estadounidenses acabar con Sadam y su plana mayor en un ataque selectivo de misiles Tomahawk disparados desde varios buques.
Obama declaró el 28 de agosto de 2013 que no había querido implicarse militarmente en el conflicto civil sirio, que ya duraba más de dos años, pero se adelantó a anunciar que si Assad usaba armas químicas contra su propio pueblo «eso cambiaría nuestros cálculos».
No demoraron mucho los halcones del Pentágono y la otan para disparar, desde buques y submarinos, misiles Tomahawk contra Siria, luego del teatral montaje de un falso ataque químico contra la población civil.
Donald Trump dice que en el caso de Venezuela «todas las cartas están sobre la mesa» y amenaza con el uso de la fuerza contra el país sudamericano, Cuba y Nicaragua.
En un discurso televisado en el portaaviones uss Abraham Lincoln, George W. Bush anunció en 2003 que «las principales operaciones de combate en Irak habían concluido». ¿Veremos también al presidente Donald Trump en traje de piloto sobre un portaaviones anunciando la victoria sobre otro de los «oscuros rincones del planeta»?
El «Proyecto para un Nuevo Siglo Americano», documento insignia de los neoconservadores para extender el imperio estadounidense al resto del mundo, está basado en la doctrina de «la guerra preventiva con carácter global y permanente». En pocas palabras el proyecto dice que «si el siglo XX fue el siglo americano, el siglo XXI también deberá serlo».
Para ello es necesario entrar en nuevos escenarios de guerra con una superioridad tecnológica abrumadora frente a países débiles, pero sumamente valiosos desde el punto de vista estratégico para EE. UU.
El plan existe, el verdadero poder lo lleva a la práctica, no importa cuál de sus fachadas esté en el gobierno, la misión es hacer cumplir los objetivos de dominación global. Pretextos iguales, intereses iguales, medidas iguales. ¿Qué ha cambiado?
1 Irving Kristol. «The Emerging American Imperium», Wall Street Journal, 18 de agosto de 1997, p. a-14.
2 Leo Strauss. What is Political Philosophy? and Other Studies. Glencoe iii Free Press, University of Chicago, 1959.
Del Editorial Granma
Deja un comentario
Comments 0