El pasado fin de semana la llamada Torre de la libertad, de Miami, acogió a un grupo de farsantes y mercenarios cubanoamericanos y a un personaje muy especial, por lo cínico y genuflexo al imperio que le paga y le manda: el señor Luis Almagro.
El tema era Cuba y todo estaba organizado de manera que el convite coincidiera con las últimas medidas de la administración Trump contra la Isla de la libertad. Los allí reunidos aplaudían la suspensión de todos los viajes desde Estados Unidos a nueve aeropuertos cubanos, lo que, sin lugar a dudas, afectará principalmente a las decenas de miles de cubanos radicados en esa nación y a sus familias, que ahora se les limita y dificulta viajar a las provincias cubanas donde viven, antes conectadas por compañías aéreas estadounidenses.