Publicado por editormiradas

Por Angel Guerra/ Cubadebate
El intento frustrado de magnicidio contra el presidente Nicolás Maduro y el alto mando político–militar chavista forma parte de la flexibilidad de la guerra no convencional, híbrida o de cuarta generación. Es aplicado por Estados Unidos para lograr el “cambio de régimen” y el llamado golpe suave contra los gobiernos incómodos, como en Georgia, Ucrania, Brasil, Argentina y ahora Nicaragua, cada uno con sus características particulares. Parte de una concepción estratégica y táctica que se adapta rápidamente, sin complicaciones burocráticas y a bajo costo, a las cambiantes condiciones del teatro de operaciones.
La movilización de masas chavistas y la firmeza de su dirección política frente a las guarimbas de 2014 y 2017 derrotaron al “golpismo desde abajo”. Lo derrotaron fulminantemente en 2017 con la convocatoria y concurrida elección de la Asamblea Constituyente. Seguida de la victoria de las fuerzas revolucionarias en las elecciones regionales y en mayo de este año con la relección de Maduro. Posteriormente, una oposición desmoralizada y profundamente dividida no ha podido, ni parece ser capaz, de recomponerse políticamente del batacazo sufrido. El resultado es que Maduro, con el apoyo electoral, no solo del chavismo, sino de sectores no militantes pero hartos de la violencia y el desasosiego ocasionados por los golpistas, trasformó la insurrección contrarrevolucionaria en un país en paz. Recuérdese los chavistas y no chavistas, sobre todo negros y pobres, linchados y hasta prendidos como antorchas a plena luz del día. El más emblemático tal vez, el caso del joven Orlando Figuera, cosido a puñaladas y quemada su piel en 53 por ciento.
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