México se ha convertido crecientemente en centro de operaciones de la contrarrevolución (anti)cubana. Unas veces clandestinas, en balnearios y parajes alejados de la capital, con la asistencia de activistas de la derecha regional, y otras públicas o semi-públicas. Por el Senado han desfilado los más connotados mercenarios de Estados Unidos en la isla y también integrantes de la contrarrevolución venezolana.
Un caso paradigmático, por ser producto de los laboratorios imperiales de guerra sicológica, es el de Lillian Tintori, esposa del golpista y fascista venezolano Leopoldo López, encarcelado por su responsabilidad en la muerte de 43 compatriotas, sin contar otras fechorías desde que fuera uno los cabecillas del golpe de Estado de 2002 contra el presidente Hugo Chávez.