Estados Unidos está a las puertas de un nuevo fracaso de su política exterior. El próximo 31 de octubre, la comunidad internacional volverá a rechazar de manera abrumadora e inequívoca el bloqueo que ese gobierno ejerce contra Cuba desde hace casi 60 años: el más prolongado asedio contra una nación que haya registrado la Historia.
Inmerso en su soberbia y tratando de buscar justificación al inaceptable genocidio contra un pueblo generoso y firme, el imperio pretende hacer su puesta en escena previa a la votación y ha organizado para este martes, en la ONU, una conferencia para acusar a Cuba, al mejor estilo reaganiano, de violación de los derechos humanos y de la existencia de un centenar, dicen, de presos políticos.
El inédito gesto de esta administración de utilizar para su show político el mismísimo salón de reuniones del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, muestra por un lado su desenfrenado propósito de imponerse por la fuerza en todos los escenarios, y por otra, su obsecada hostilidad contra Cuba, azuzada por Marcos Rubio y otras fuerzas anticubanas en los prolegómenos de las elecciones de medio término en ese país, donde la Florida siempre se convierte en moneda de cambio de favores políticos.