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La obsesión de Estados Unidos por poseer y dominar a Cuba es casi más vieja que andar a pie. Nos lo recuerda Elier Ramírez, al decirnos que esa intención comenzó «a configurarse desde finales del siglo XVIII e inicios del XIX», para acentuar que Cuba y Estados Unidos jamás han tenido relaciones normales.
Sin embargo, esa normalización de vínculos civilizados, sobre la base del respeto a la soberanía de ambas naciones, sí ha sido una voluntad desde el inicio de la Revolución Cubana. Nadie hizo más en esta gesta, ya de 60 años, que su propio Jefe. El segundo viaje al extranjero de Fidel fue justamente a Estados Unidos, en abril de 1959, respondiendo a una invitación de la Sociedad Americana de Editores de Periódicos. Pero la posibilidad de un encuentro con el presidente Eisenhower estaba frustrada desde que este se enteró de la visita, pues indagó con el Consejo de Seguridad Nacional si se le podía negar la visa al líder revolucionario.