Publicado por editormiradas

Por Iroel Sánchez/Al Mayadeen
Hay que situarse por un momento en sus mentes. Mucho lo desearon y trataron de adelantarlo mediante invasiones, sublevaciones desatadas por “la insatisfacción económica y la penuria” sugeridas en un añejo memorandum a Eisenhower, por el éxito de uno de los más de 600 planes magnicidas a los que la congesista estadounidense Ileana Ros-Lehtinen dio la bienvenida (“I welcome the opportunity of having anyone assassinate Fidel Castro”), o añorando un hecho biológico inevitable para todo ser vivo que muchas veces fue carne de fake news, como se dice ahora.
Más de siete millones de cubanos suscribieron en apenas tres días, con nombre y apellidos y número de su carné de identidad, el concepto fidelista de Revolución.
Llegó dos veces el día, o más exactamente la noche que algunos como en la Calle 8 de Miami quisieron convertir en día. Primero, cuando se dio a conocer su enfermedad ante la cual renunció a sus responsabilidades al frente del país y once años después la noticia real y definitiva, para ellos tan deseada. Para su sorpresa y frustración, en ambos casos la información no provenía de ningún rumor ni filtración, como tantas veces pensaron ocurriría, sino de la voz del propio gobierno cubano.
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