¿Qué quiere Donald Trump con Cuba?

Donald Trump

Javier Ortiz/OnCuba

El hecho de que Donald Trump hable de Irán, pero no de Cuba ¿acaso demuestra lo poco que le importa esta isla al elector republicano promedio? El excéntrico magnate neoyorkino, aspirante a la presidencia de Estados Unidos, se llena la boca con insultos y amenazas hacia aquellos países que influyen en el estado de cosas dentro de Estados Unidos: México y China, por citar dos ejemplos. Entre el 25 y 30 por ciento de los votantes republicanos se identifican con su mensaje xenófobo, nacionalista y políticamente incorrecto.

Como el resto de los políticos de su partido, critica la política exterior de la actual Administración. Pero la normalización con el gobierno de La Habana no inquieta tanto a los fans de El Donald como la imagen de los inmigrantes cruzando la frontera y los vaivenes en la bolsa de Shanghai.

Hacer grandiosa a América otra vez es un proyecto (o al menos un eslogan) en el que Cuba no juega ningún papel, según parece. Teniendo en cuenta que La Florida es un estado predominante latino, que ha votado por la opción demócrata en las dos últimas elecciones presidenciales y feudo compartido entre Jeb Bush y Marco Rubio, quizás Trump ni se moleste en ir a Miami para cortejar a alguien.

En sus lances antiinmigrantes, alguna vez ha comparado la migración de criminales mexicanos con el éxodo masivo del Mariel: hace unos años atrás “Castro vació sus cárceles y los envió a Estados Unidos.”

En noviembre de 1999, publicó un artículo de opinión en el Miami Herald pidiendo la extradición a Estados Unidos del entonces Presidente de Cuba durante uno de sus viajes al extranjero. Al año siguiente, Fidel Castro viajó a Nueva York para participar en la Cumbre del Milenio en Naciones Unidas.

Por entonces, Trump aseguraba haber rechazado una oportunidad de construir hoteles en la isla a través de grupos inversores europeos. En 2000 fue a Miami, acogido por la Fundación Nacional Cubano Americana y renovó sus votos anticomunistas. Lo que piensa ahora, quince años después, puede suponerse con solo seguir sus alaridos.

Pero el empresariado estadounidense en general está interesado en desbloquear las oportunidades comerciales y de inversión con el único mercado del Caribe a donde no podían llegar (estrictamente hablando, muchas de las restricciones siguen en pie, pero al menos hay fe en que sus días están contados).

Al parece Trump no piensa como un político convencional: es un hombre de negocios, y lo seguirá siendo aunque pierda cualquiera de las votaciones que tiene por delante.

¿A quién le importa?

Cuba también estuvo ausente en el primer debate donde los precandidatos republicanos a la presidencia presentaron credenciales ante sus potenciales electores. La razón es simple: ninguna isla del Caribe representa en estos momentos una amenaza a la seguridad nacional de los Estados Unidos, mucho menos a su economía: todavía los industriales del país norteño no pueden extender sus franquicias (libres de impuestos) en el Mariel.

La aspirante demócrata Hillary Clinton y el senador por La Florida Marco Rubio son los únicos candidatos que se han preocupado en explicar con profundidad qué harían con Cuba si sustituyen a Barack Obama el 20 de enero de 2017.

La Clinton quiere beneficiarse con el cambio de tendencias políticas de la comunidad cubana en La Florida, más interesada en votar por alguien que de continuidad a la normalización. Como ex Secretaria de Estado, ve y predica la dimensión hemisférica en una aproximación con un país fronterizo que tiene alianzas claves y una influencia creciente en el Caribe y América Latina.

Del lado contrario a la visión de Hillary Clinton, se encuentra Marco Rubio, representante del retroceso con las relaciones con Cuba, quien apuesta por aplicar otra vez la misma receta que fracasó durante cincuenta y cuatro años: ruptura de las relaciones, reingresar el nombre de la isla en la Lista de Países Patrocinadores del Terrorista y ofrecer apoyo activo al cambio de régimen.

El senador por La Florida expuso sus ideas ante en el Foreign Policy Iniciative, en un discurso pronunciado el pasado 14 de agosto, el mismo día en que el secretario de Estado John Kerry y el ministro cubano de exteriores Bruno Rodríguez anunciaban al mundo la creación de una Comisión Bilateral para darle solución a la larga lista de asuntos pendientes entre ambos países.

Una parte del bando republicano reconoce los beneficios de la normalización e incluso parece ser lo bastante fuerte como para neutralizar la resistencia, como comprobó el senador Lindsey Graham al desistir en su empeño de bloquear los fondos para la embajada estadounidense en La Habana.

Barack Obama calcula que la mejor manera de acostumbrar a los estadounidenses a la nueva relación con Cuba es convertirlos en protagonistas de ella: por esa razón, ABC News y The Wall Street Journal informaron acerca de las próximas medidas para facilitar los viajes a Cuba, permitiéndose los viajes individuales en vuelos regulares entre los dos países.

Los cubanos atestiguan la reconciliación a una velocidad moderada, mientras Trump sigue insultando al mapamundi que sus seguidores tienen en sus cabezas. En paralelo, un irónico Jeb Bush hace chistes maliciosos que parecen elogios: “Nombre un país donde nuestras relaciones sean mejor de lo que era el día en que Barack Obama inició su mandato y Hillary Clinton fue juramentada como Secretaria de Estado… Cuba e Irán.”

Publicado el 01/09/2015 en Cuba, EE.UU. y etiquetado en , , , . Guarda el enlace permanente. 2 comentarios.

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